Caballeros

Me gustan los hombres que se ríen. No solo los que gastan un sentido del humor contenido e inteligente, sino los que son capaces de reír abiertamente, de tomarse a broma a sí mismos y de ver el lado bueno de las cosas. Reírse con los ojos y con la boca.

Reír significa ponerse en el lugar del otro y también comprender que la importancia de las cosas es relativa, salvo esas dos o tres que son fundamentales. La risa, el primer atributo.

Me gustan los hombres que visten bien, que se visten bien. Que saben llevar un traje con distinción. En eso tuve un buen espejo en casa: mi padre. Tenía una elegancia natural, no impostada y un gusto por el buen vestir, por la sencillez que es, al fin y al cabo, lo que cuenta. Los trajes de los hombres dicen mucho de su personalidad. Algunos parecen embutidos en ellos, como salchichas que no pudieran respirar. Otros, cuelgan a su alrededor, como si fuera una capa mal cortada. El hombre que me gusta lleva el traje a su medida, sin tener que ser demasiado moderno, sino con ese aire de finura que caracteriza a los que se visten sin pensar en que van disfrazados.

Me gustan los hombres que usan foulares, bufandas, pañuelos al cuello. Dan la impresión de calidez, les enmarcan las facciones y son una demostración de estilo. Si la risa es inteligencia, el traje es elegancia, el foulard es estilo. Saber ponérselo no es fácil, elegirlo tampoco. Me gustan los que tienen colores neutros, no demasiado claros. La gama de los grises es mi favorita y también esos azules que resultan apagados y que no llaman demasiado la atención. En invierno, un buen abrigo, una cazadora, una chaqueta, acompañados de una pashmina, un foulard o una bufanda a modo, me parecen los complementos perfectos, el no va más.

Me gustan los hombres con vaqueros y camisas blancas. Es un básico que resulta la piedra de toque en cualquier. Saber llevar un vaquero no es fácil. Ha de adaptarse a la persona que se lo pone, a su idiosincrasia, a su cuerpo. El vaquero es, probablemente, el mayor y mejor invento de la moda a lo largo del siglo XX. No hay una prenda más versátil. Admite tantas variaciones como temporadas o como creador. Llevar un vaquero con sencillez, sin hacer ostentación de mamarracho o de casual, tiene su miga. Hay gente que lo hace de forma natural. Esos son los hombres que me gustan. Las camisas blancas son el colmo de la naturalidad. Naturalidad y sencillez, dos premisas del hombre que me gusta. 

Me gustan los hombres que visten de piel. Las cazadoras son ya un básico, una prenda de fondo de armario, tanto en ellos como en ellas. Desde aquellas que llevaba Marlon Brando en la mítica "Salvajes" a las actuales, no median demasiadas diferencias. Una cazadora de piel significa calidez, cercanía, atractivo y, además, misterio, sensualidad, fuerza masculina. Me gustan los hombres que usan las cazadoras sobre camisetas oscuras, y que tanto las combinan con vaqueros informales como con pantalones de pana o pantalones chinos. Las cazadoras te sumergen en el hombre más masculino, a pesar de que las chicas las llevamos con pasión desde hace muchas temporadas.

Elegancia, inteligencia, estilo, sencillez, naturalidad y sensualidad. Notas predominantes del hombre que me gusta. He tomado el ejemplo de Colin Firth, porque lo reúne todo y, además, la edad ideal. Los chavales jóvenes los dejo para las chicas jóvenes. No son lo mío. Prefiero los hombres y creo que eso se nota en estas consideraciones que he escrito para vosotras, las chicas que leéis este blog. Si algún hombre lo lee, ya me conoce un poco mejor en este aspecto.

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