Volvemos al cole


La vuelta al cole es un acontecimiento mundial. Manolito Gafotas, que vive en Carabanchel Alto y acude a un colegio de la zona, cuyo nombre no recuerdo ahora, siempre se encuentra inquieto ante esta circunstancia. Es verdad que va a proporcionarle la alegría de volver a ver a sus mejores amigos, el Yihad, el Orejones o Susanita Bragas Sucias. Pero todo tiene su cruz y tendrá que lidiar, asimismo, con la seño Espe y los deberes. Cosas de la vida, diría Manolito, mi espejo en cuanto a cuestiones escolares se refiere. 

Las mamás también tenemos vuelta al cole. Y los profes, ni te cuento. Los políticos, vuelven al curso político. Todo el mundo parece imbuido de la necesidad de renovación. Si escribes, libretas nuevas. Si bailas, tutús. Si este verano te has enamorado, ay, sentimientos esplendorosos. Hay para todos. 

Con respecto al gasto económico que ello supone quizá convendría recordar que hay mucha mitología en esto. Los periódicos se dedican a publicar noticias que nos espeluznan, según las cuales la vuelta al cole solo está al alcance de la clase alta. No hagáis caso. Hay muchas vueltas al cole. Tantas como familias, tantas como colegios. 

En mi caso la vuelta al cole era motivo de alegría. Mi madre decidió que no acudiría a un colegio público, porque ninguno le gustaba, ni tampoco a uno de monjas y curas, de los que no quería saber nada de nada. Así que optó por una Academia. Este tipo de instituciones educativas eran la pera. Aprendías mucho y tenías profes y maestros superinteresantes. Mi experiencia y la de algunos de mis hermanos, no pudo ser mejor. Como iba a una Academia, no había uniforme, lo cual que era estupendo para mí, aunque un quebradero de cabeza materno. Mi madre lo resolvió creando ella misma un uniforme, es decir, un atuendo que, con ligeras variaciones, era el de "ir al colegio". Falditas tableadas, pichis con blusas blancas o con polos azules, vestidos con manguita corta de cuadritos, calcetines y buenos zapatos de batalla. Combinaciones fáciles y seguras. 

La vuelta al cole, para los mayores, significa ahora coger un tarro de cristal (vale cualquiera) e introducir en él garbanzos o botones, uno por cada cosa buena que nos ha ocurrido en el verano. Veréis cómo hay más garbanzos o botones de los que pensáis. Si acaso la cosecha fuera corta, podemos siempre confiar en que el otoño sea más proclive. 

En cuanto a nuestro aspecto físico, septiembre es un momento idóneo para lucir ese ligero bronceado (cuidado con el sol, entre otras cosas porque el aspecto de pollo achicharrado ya no se lleva) y pasear por la ciudad con las blusas, camisas y vestidos que en verano no nos hemos puesto, porque hemos andado todo el día en pareo y medio descalzas o descalzas enteras. La ciudad en otoño se vuelve esplendorosa y un día ya puedes empezar a ponerte algún aditamento más que no sea solo tirantes y camisetas. Si, encima, vas a la peluquería y sales renovada....no me digas que no merece la pena empezar el curso con ganas....

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