Cómo ser más feliz con diez pequeñas cosas



Sesudos científicos de importantes universidades americanas han lanzado ya a la luz las recetas casi mágicas para conseguir que nuestra vida sea mejor. Hay que agradecerles a estas lumbreras su preocupación por nuestras vidas. No solamente investigan para lograr que las enfermedades casi desaparezcan, sino que se ofrecen como coach para que sepamos adonde dirigir nuestros esfuerzos cada primeros de año. Circulan ya por la Red toda clase de recomendaciones, algunas absurdamente difíciles (como es que dice que hacer el amor adelgaza...) pero también hay propuestas sensatas y estas son las que he resumido en este primer post del Roperito. Por si te sirve, amiga. O amigo, claro, que yo soy muy coeducativa y no margino a nadie por razón de sexo, ni de seso...

Si quieres ser más feliz has de ir andando al trabajo. Sí, como lo oyes. Tener que coger el metro, el autobús o el coche, es un auténtico suplicio, que baja tu nivel de endorfinas y aumenta tu cabreo considerablemente. Si llegas y no tienes aparcamiento, te sulfuras. Si hay atasco, te fastidias. Si pillas un taxi, te gastas un dineral. Por lo tanto, múdate donde trabajes o trabaja donde vives. No se contempla aquí ponerte un saco de dormir en la oficina....

Además, hay que hacer ejercicio. Eso ya lo sabíamos. Nos lo dicen todos los años. Como la gente se pasa por el forro la directriz, pues cada vez bajan el tiempo diario en el que hay que ejercitarse. Ahora ya va por siete minutos. Siete minutos al día y ya eres más feliz. Bajar y subir las escaleras de casa, vamos. 

Por otro lado, es fundamental charlar con los amigos y con la familia. Es decir, relacionarse. Cosa tan antigua como sentarse a cotillear es mano de santo. Nada dice de cuántas veces son las óptimas para el cotilleo, pero se entiende que de lo que se trata es de no andar rumiando solos lo infelices que nos sentimos. Le das el coñazo a alguien con tus penas y mucho mejor. 

Planear un viaje, por ejemplo, te hace más feliz. Buscas la ruta, el hotel, los museos que vas a ver, los trenes. Todo eso es magnífico para tu psique. Aunque no lo hagas. Se trata de "anticipar" que dicen los expertos. Puestos a anticipar, anticipa de todo. Una cita, un regalo, una sesión de cine, cualquier cosa. Imagina, sueña, prepara y disfruta. 

Nada de andar a tontas y a locas. No. La meditación se revela como una forma magnifica de quitarse malos rollos. Te relajas, dejas la mente en blanco, piensas en una pared verde, haces yoga, pilates o usas cualquier sistema que te salga barato y cómodo. Nada más que meditar ya te supone unos gramos más de felicidad para tu mochila. ¿Dije mochila? Mochilas fuera, hombre ya. 

Claro que también hay que ayudar a los demás. Ojo, razonablemente. Sin que sean para ti una carga insoportable. Manipuladores no. Pero ayuda, sí. Comprensión, empatía, ponerse en lugar de los otros, echar una manita. Todo eso fortalece el espíritu y nos proporciona placer. Un quid pro quo, si te fijas. 

Dormir más es otro objetivo saludable que no debes olvidar. Acuéstate cuando tengas sueño, deja de estar en el sofá dando cabezadas. Y procura cansarte durante el día para que el sueño sea reparador. Usa algún ritual que te guste: leche calentita, música, baño relajante, en fin, lo que sea. Algunas cosas que dan sueño también puedes usarlas. Pero cuidado con que no te traigan más disgustos. Y, al meterte en la cama, piensa en algo agradable. Ay. 

Nos quedan dos cositas para las diez. La novena es salir a la calle. Sí. Todo el día en casa es insano, por mucho trabajo que tengas, por muy grande que sea tu casa, por muy mal tiempo que haga. La calle es realidad, la calle es viva. Aunque sea sola. Un paseíto, una vueltecita a la manzana, una caminata, una revisión de escaparates, cualquier cosa que te saque de tu zona de confort y te ponga en contacto con la vida. Y si es con la naturaleza, pues mejor. 

Por último, sonríe. Ay, esa es una norma que me encanta. Una sonrisa es un regalo para ti y para los otros. Sonríe para dentro y para fuera. Sonríe aunque estés sola. No importan esas arruguitas que, tarde o temprano, te rías o no, van a salir sí o sí. Sonreír es darse vitaminas a uno mismo. Y ofrecer a los demás una esperanza. 

Ea. Ya tenemos faena.


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