Secretos de belleza



Puedes leer con atención todas las revistas de moda y estética que quieras. El guión apenas se desvía un milímetro. En las entrevistas que se hacen a las actrices, por ejemplo, todas afirman que sus secretos de belleza son apenas estos: Dormir mucho, tener la conciencia tranquila, hacer el amor con frecuencia y beber mucha agua. 

Salvando las distancias de nosotras, simples mortales, con ellas, podría pensarse que su agua es bendita, que colaboran con las ONGs del mundo mundial y por eso duermen satisfechas o que están acompañadas en la cama de Chris Hemsworth todas ellas. Como esto no es posible, siempre nos quedará la duda de si nos estarán engañando. 

En los interrogatorios policiales se marea al posible asesino haciéndole las mismas preguntas no sé cuántas veces. Con ello que consigue que entre en contradicciones. En las novelas de Agatha Christie, que son todas ellas de crímenes cotidianos y al calor del pudding, pasa igual. De tanto hablar terminan largando los detalles más inconfesables. Pues con las actrices bebedoras de agua y dormilonas a ultranza pasa igual: al final de las entrevistas nos suelen obsequiar, por eso de hacer publicidad pagada, con la lista de sus productos de cabecera. Y ahí se forma el lío. La lista de los "imprescindibles" suele tener, al menos, estos adminículos: hidratante de día, limpiadora y desmaquillante de rostro y cuello, ídem de ojos, nutritiva de noche, reafirmante de noche y de día, body milk, crema de manos y de uñas, lifting, antiarrugas (da igual que la receptora tenga veinte años), mascarilla facial y capilar, gel de algas, champú específico de tratamiento, regenerador capilar, acondicionador de cabello, ídem de pestañas y cejas, contorno de ojos, sérum, ampollas iluminadoras, esto como mínimo y sin contar los artilugios de belleza. 

Siempre me pregunto para qué necesitan esa legión de productos "confesados", si con agua y una almohada se sienten bellas. Por supuesto, nada se dice de los productos "no confesados". Del hialurónico, del bótox, de las ampollas de células madre (lo último, según parece) y de la cirugía, el gran pecado que aparece siempre borrado de su vocabulario. 


Expresiones como "me siento feliz con la cara lavada" o "lo natural es lo que mejor me sienta" no casa con esos armarios atestados de productos. Tampoco casa con que, pasando el tiempo, aparezcan más jóvenes que sus propias hijas o convertidas en sus nietas. Nos engañan. Claramente nos engañan. Y, aunque sepamos que esto es así, siempre nos queda la duda de que haya algo que ellas saben y que nosotras no sabemos. Algún verdadero secreto que esconden y que nos ocultan. Debería de estar prohibida esta publicidad engañosa que hace que nos sintamos culpables de no estar al tanto de los milagros. Esa sensación de que ves en la televisión a alguien que tiene diez años más que tú y que parece haber salido de "Sensación de vivir". Esa maldita necesidad de presentar una imagen llena de frescura, recién salida de la facultad, con los ojos brillantes, los labios rojos y la piel perfecta. Esa lucha absurda por convertirnos en algo que no tiene biografía, ni historia, ni apenas vida. 

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