Sin que nada ni nadie
(Ilustración: Sophie Griotto)
He vivido en el centro del miedo. He lanzado preguntas y ninguna ha tenido
respuesta. He sentido un volcán de lava derretida bajo mis pasos. He soñado
que mi vida era otra. He querido ser alguien diferente. He llorado hasta que
las lágrimas han volado. Me ha dolido el corazón sin que nada ni
nadie pudiera darse cuenta de que las notas de mi melodía estaban
apagadas. He sido cobarde para amar. He sido valiente para decir adiós.
Pero he aquí que, a miles de kilómetros del mundo, quizá en otra galaxia, la
luna se ha adueñado de un firmamento oscuro, yermo de estrellas, escrito en
tinta china. El centro de la bóveda rodea el cuarto creciente y debajo, la
arena que hace horas abrasaba, se ha tornado en azúcar, cálida y sin
terrones. Los pies desnudos, los pies descalzos, todo, desnuda entera yo, mi
corazón desnudo.
Sigiloso, un violín irrumpe en el silencio. Su doliente susurro me secuestra,
me llama. Acallo su sonido con el mío. Como si me escucharas, entono
desde dentro una canción muy vieja, una canción que se cose a mi piel
desde que existe. Entonces sueño con mi vuelta a la vida, a esa callada,
oculta, geografía de los besos.
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