Por qué ellas hablan de amor y ellos de sexo


("Encadenados". Cary Grant e Ingrid Bergman)

Lo leí hace poco en una de esas gacetillas de prensa de las que nunca recuerdo su origen ni su autor. Los hombres no están acostumbrados a verbalizar sus emociones más íntimas así que el amor es un tema fuera de su target. Puestos a confraternizar con los iguales, prefieren hablar de sexo, algo en lo que hay verdaderos expertos, no en hacerlo sino en contarlo. Hay un tipo de hombre muy ostentoso que refiere sus aventuras como si fueran muescas del revólver. Otros son más discretos. Pero, sin entrar en detalles o dar cuenta de nombres concretos, es verdad que el tema del sexo aparece con frecuencia en sus conversaciones. Saben lo que les gusta, cómo les gusta, de qué van las señoras en este aspecto y otras miles de quisquillosas y detallistas confidencias. Ellos hablan de sexo con naturalidad con otros hombres, incluso a veces con amigas del alma. Entre paréntesis, nada más molesto que el rol de amiga del alma. Acabas sintiéndote la hermana San Sulpicio. O San Suplicio. Pero ese es otro tema. 


(Ryan O`Neal y Ali McGraw se besan en "Love Story") 

Por el contrario, las mujeres, que tenemos fama sobrada de hablar mucho de todo lo nuestro, apenas lo hacemos de sexo. Ese es un tema que no comentamos ni con nosotras mismas. Sí. Es la realidad. Sublimamos todo aquello que conduce al placer físico y lo contaminamos con estrellitas de colores, sinfonías de pasión y otras hierbas aromáticas que lo convierten, al final, en la expresión del sentimiento y no en la explosión del deseo. La palabra "deseo" es para nosotros sinónimo de fragancia que se vende en tarro muy pequeño y que no está al alcance de todas. Sin embargo, contarnos, comentar, nuestras emociones, amoríos contrariados, ímpetus amorosos, enamoramientos varios y desamores, eso sí es lo nuestro. Lo que nos mola. 


(En la escena final de "Desayuno con diamantes" Audrey Hepburn y George Peppard se empapan de besos) 

Cualquier cuita de amor se desmenuza con todo detalle en las reuniones de amigas o en esos encuentros una a una que tanto nos gustan a las mujeres. Quizá se deslice alguna pequeña cuestión relacionada con nuestra vida sexual, pero será a modo de broma o chascarrillo. Desde luego, sin entrar a fondo y sin que eso ocupe la conversación. Lo otro sí. No nos hace caso, no nos llama, nos engaña, nos manipula, toda esa parafernalia que tiene que ver con las relaciones con los hombres son un elemento de primera mano en nuestras charlas. Verbalizar los problemas nos ayuda a pensar porque siempre hay alguna amiga lúcida que arroja un chorro de luz. En cambio, los hombres se guardan sus sinsabores y dudas, si es que los tienen. Porque, la mayoría de las veces, no les dan demasiado importancia y cargan con ellos con un analfabetismo emocional que da pena ver. 

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