La belleza


(Almudena R. 2017)

Un clásico de estos días es hablar de la forma en la que las mujeres pueden lucir esplendorosas en las fiestas que trae consigo la Navidad. Otro día hablaremos de la cantidad de gente que abomina de ellas, que no se siente cómoda entre tanto bullicio o que, simplemente, anhela una celebración muy distinta de la que tiene. Hay quien sueña con viajar a lugares exóticos, a países antiguos, a ciudades míticas. Los hay que imaginan una fiesta soñada en un lugar maravilloso, ataviada con las mejores galas y en la mejor compañía. Abundan también quiénes prefieren olvidar que estas fiestas generan la obligación de ser feliz y prefieren aislarse en la melancolía o en el simple y cómodo dejar pasar los días. 

Las revistas especializadas, no obstante, algunos portales de internet y también los programas de TV, insisten en contarnos cómo debemos vestirnos y arreglarnos para estar bellas. Ah, la belleza. Alguien escribió recientemente que "la belleza es un estado del corazón". Y quizá sea cierto porque nunca nos sentimos más favorecidas que cuando somos felices. La felicidad pone alas a nuestros pies, hace desaparecer el frío y el calor y todo lo convierte en una bruma dorada que esconde la fealdad. 

¿Es la belleza sinónimo de hermosura? A mi juicio, no. La belleza encierra, para mí, algo que va más allá de la hermosura física, algo que trasciende al interior y que es una especie de luz que se desparrama y que se muestra al exterior como un misterio que el que la contempla no puede descifrar. La belleza es mucho más que aparecer bien maquillada, llevar la ropa de moda o ser original a la hora de vestir. La belleza fluye de dentro hacia fuera y hay gente que la lleva consigo en todo lugar y circunstancia. 

Como Almudena. Pocas veces he contemplado un rostro en el que irradien de una forma tan potente la belleza y la esperanza unidas de la mano. Es así como concibo la verdadera belleza, la que no se acaba, ni se marchita, sino que se eterniza y se regala a los demás en forma de la visión más agradable. La belleza así entendida es como un dardo jubiloso que llega directamente al corazón, al modo en que un Robin Hood cualquiera acertaría en la diana de las emociones con su flecha. 

Los que son capaces de entender la belleza en este sentido demuestran tener un corazón generoso y una mente limpia. Así que quizá las revistas no anden tan desencaminadas. Hay quien necesita consejo para estar bella. Hay quienes, como Almudena, no lo precisan porque no están bellas, son bellas. Y el ser es una cualidad esencial que nada ni nadie perturba nunca. 

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