Nueva York en el foco


(Fotografía de Matt Weber)

Paso de outlets, de falsificaciones (para eso, nada mejor que Chinatown, pero no pienso ir sin Jack Nicholson) y de ropa barata de Macy´s o de Kmart. Lo mío son las tiendas de la Quinta Avenida, más o menos a la altura de Central Park, en esa esquina en la que podemos quedar y, mientras espero (porque yo soy muy puntual y tú siempre llegas tarde), puedo darme una vuelta rápida por el Apple Store Grand Central, a buscar algún fetiche de la manzana o, incluso, si el retraso es más del normal, aprovisionarme de colorete, lápiz de labios, perfilador de ojos y maquillajes en MAC, Sephora o L´Occitane.

Por supuesto que el plato fuerte de las compras será la entrada triunfal en Prada, Tiffany, Salvatore Ferragamo, Hugo Bosso, DKNY, Guess, la joyería de Van Cleef and Asperls y, para imaginar que anda por allí Tom Hanks, la Juguetería FAO Schwarz. En un hueco quizá incluso pueda pasar por Saks y hacerme la manicura, con ese color rojo, rojo, que tienen ya los anuncios de primavera en los tarros de cristal del esmalte de uñas.

Aunque dormir en el Hotel Plaza ya es una experiencia, no se queda atrás tomar un auténtico desayuno americano en el Ellen´s Stardust Diner, de Broadway con la calle 51. Huevos fritos, pan, patatas, bacon, café y zumo. Todo por 19 dólares más propina. No está nada mal tampoco darse, entre tienda y tienda, un descanso acompañado de un típico Bagel en The Grey Dog, en el Soho, por donde anda también el romántico Balthazar, para la hora del brunch.

Volverse de Nueva York sin probar una genuina hamburguesa es pecado de lesa gastronomía, así que elijo la original de Five Napkin Burger, con queso especial y salsa, en Midtown, cerca de Times Square, en el oeste de Manhattan. Si la cosa se pone italiana, que no falte una pizza, por ejemplo, en John´s Pizza, en el 278 de Bleecker Street. Redondearemos la cosa acudiendo a un restaurante de verdadera cocina americana moderna, el Mercer Kitchen, cuyo chef Jean-Georges Vongeritchen, consigue unos platos deliciosos y, además, un sitio elegante y romántico.

Todas las discusiones que tenemos porque tú llegas tarde, no te gusta ir de compras y te quejas continuamente del calor o del frío, podemos solventarlas allí, en Stone Street, en Lower Manhattan, tomando un cóctel en Undergof, de esos especiales, que en ningún sitio más se pueden probar.

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