Misóginos, narcisos y cardos borriqueros


(Foto: Loomis Dean)

He aquí unas cuántas frases prototípicas que te pueden servir, querida amiga, para descubrir si ese señor al que tú, en tu inocencia, consideras maravilloso, es, al fin y al cabo, un misógino de tomo y lomo, bastante enmascarado. 

Frase 1: "Lees demasiado" 

Frase 2: "Las otras no me crean tantos problemas como tú"

Frase 3: "¿Es que tienes la regla?"

Frase 4: "No puedo con tus vaivenes emocionales"

Frase 5: "A mí no me ha reñido ni me madre, me vas a reñir tú"

La frase 1 es muy, muy, especial. Significa que, para ese tipo arcangélico, supuestamente intelectual, leer es cosa de hombres o, en todo caso, las mujeres han de ser mesuradas en la lectura, igual que en la bebida. Leer mucho les pone en un aprieto y leer demasiado es inaguantable. Esta es una frase que debería significar abrir la puerta y coger el primer taxi que pase por allí. 

Frase 2: Está basada en establecer comparaciones. Tú (seas quien seas tú, todas somos tú en cualquier momento) eres peor que las demás. Más molesta, más preguntona, más exigente, más dura, más pesada, más trasto. Sigo. Más fea, más gorda, más insolente, más mayor. Todos los "más" valen para la "tú". Y si la tú no anda espabilada, se convertirá en la tú más tonta del mundo mundial. Una víctima en modo tú. Tú víctima, yo víctima, etc. 

Frase 3: La regla es el mantra universal de todo hombre sin recursos, que, en realidad, teme a las mujeres como a una bala verde, aborrece el compromiso, quiere dominar y verse reflejado en un espejo que le devuelva una imagen feliz y aquí paz y después gloria. Cuando no es la regla, es la ovulación, cuando no la menopausia y, en general, las hormonas, esas pobres e inocentes cosas que no sabemos por qué se granjean la animosidad de todos los misóginos y otras faunas narcisistas al loro. 

Frase 4: Por supuesto que esto está relacionado con lo anterior. Pero también con una premisa: las mujeres somos seres sufrientes. No he conocido nunca a ninguna mujer que no sufriera más de lo debido. Nuestra vida tiene en el sufrimiento un motivo de preocupación constante. Y, enfrente, para contrarrestar, están ellos. He conocido solo a un par de sufridores masculinos. Sufrimos por los mayores, los niños, los kilos, la compra, el dinero, el físico, el amor y todo lo que nos echen. El misógino considera a las mujeres sufridoras unas tristes absurdas sin remedio. Y las machacan para que sufran un poquito más. 

Frase 5: Hay un truco estupendo que usan estos tipos. Cuando les recriminas algo que te ha sentado mal, que han hecho mal o que dejan de hacer, ellos usan alguna de estas lastimosas quejas: siempre me estás riñendo, nadie me riñe como tú, ya estás con los reproches, etc. La palabra reproche nunca se oye salvo que el tipo sea un misógino declarado y convencido. Quieren ser espíritus puros a los que nadie les tosa. Se creen perfectos y les molesta cuando insinuación que los convierta en vulgares mediocres deseosos de que les rían las gracias. 

No creas que esto agota el vivero de los lugares comunes, de los tópicos. Estas personitas (los misóginos, vividores, narcisistas y demás fauna similar) siempre procurará que no te muevas del ladrillo que te han asignado. La que se mueva no sale en la foto. Si te mueves eres la rebelde y las rebeldes no tienen derecho a mimos ni carantoñas. Aunque debería darte lo mismo. Esos mimos y carantoñas son más falsas que las monedas de latón. Un hombre de verdad nunca usaría tu nombre en vano. Ni derramaría cariños, cheries, encantos, corazones, guapas, princesas, y demás apelativos, como el que se mea en un cántaro. 

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