Prohibido ser tan guapo


(Michael Fassbender. Heidelberg, Alemania, 2 de abril de 1977) 

Yo soy de esas mujeres que critican a los hombres a los que solo les gustan las chicas guapas. Para qué negarlo, algo de envidia debe haber en eso. Preferiría que se decantaran por las inteligentes con cierto encanto pero, una y otra vez, me doy de bruces con la triste realidad. Cuando más listos ellos, más atraídos se sienten por las bellezas, con neuronas o sin ellas; con silicona o sin ellas; con bótox o sin él. El caso es resultar. 

Claro que en esta postura hay algo, o mucho, de fariseismo porque ¿a qué viene entonces que a mí me molen los macizos? O, mejor que los macizos, los guapos con pinta de superdotados intelectuales. Es así y no debería serlo. Siguiendo mi teoría solo debería fijarme en afables conversadores llenos de citas de filósofos griegos (o no), pero como la vida está hecha de contradicciones hete aquí que hoy me fijo en este muchacho de la foto y se me cae el alma a los pies. 

Fassbender no solamente es guapo, sino que tiene buen gusto escogiendo pareja (la genial Alicia Vikander a quien le perdono su suerte) y, además, da la impresión de que tiene un cerebro que rige y una formación nada despreciable. Eso es lo peor. Los guapos que tienen de todo. No sé cómo me atrevo a protestar de la tendencia humana (que ya Hutchison advirtió) de buscar la belleza en todas partes. 

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