¿Para quién se viste una mujer? o Mi gozo en un pozo

Las mujeres solemos decir que nos vestimos para nosotros mismas. Bueno, en realidad eso lo dicen algunas mujeres entre las que no me cuento. Si eso fuera así estrictamente mi camiseta rosa súper usada sería la reina de mi armario. Tampoco significa que andemos todo el día pensando en el qué dirán. Eso es tan absurdo como inútil. Y, cuando más quieres agradar, peor lo tienes. Por eso siempre aconsejo a las amigas que se dejan aconsejar que piensen en ellas y no en los contrarios. Porque los contrarios, incluso los más entregados, andan fritos de ideas a la hora de saber qué es lo que a una le sienta bien.

Una amiga me cuenta algo así: 

"Había quedado para tomar una copa en un local de moda con un compañero de trabajo muy agradable. Ya sabes, inteligente, culto, de buen ver. Justo el tipo de persona al que preferirías agradar que desagradar. La verdad es que yo me veía mona. Bueno, sin exagerar. Pero mi compañero me desmontó el tinglado a la primera. No le gustó mi pantalón negro, ni mi blusa color orquídea. Ni mi abrigo de entretiempo. Porque, sobre gustos no hay nada escrito. No tiene demasiada importancia, pero me sirvió para pensar que hay muchos puntos de vista sobre las cosas. 

Fíjate, no me sentí decepcionada. No. Porque yo estaba a gusto, me sentía bien conmigo misma y no me afectó que este tipo tan inteligente, culto y agradable, pensara que yo no sabía vestir y que tenía mal gusto, que la ropa era de mercadillo, de los gitanos de Alcosa o de Tejidos Loly. Qué se le va a hacer, pensé. Nadie es perfecto. Y mucho menos, perfecta."

Hasta aquí el relato de mi sufrida amiga tras su experiencia. Dado que nunca sabes qué le va a gustar al público que te rodea, a tus amistades o congéneres, lo mejor es usar el sencillo sistema de "estar bien con una misma". Porque de otra forma tendríamos que consultar con todo el mundo antes de comprarnos algo y, sobre todo, dejaríamos de ser lo que en realidad somos. Nos convertiríamos en lo que los demás quieren que seamos. Y eso, amigas mías, es un error tan grande como pensar que puedes gustarle a la generalidad. Aparecer como otros quieren que aparezcamos es una forma de mentir. Y mentir está muy, pero que muy feo. 

Corolario: Mi amiga lleva bien el asunto. Se lo ha tomado a risa. Es una persona muy risueña.


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