La boda de Meghan y Harry


Me pirran las royal wedding. Son lo más de las bodas y eso que las bodas ahora tienen miga. Todas contienen elementos tan "tradicionales" como damas de honor con vestidos horrorosos, tocados imposibles en las damas, carpas adornadas con flores, latas que suenan en el coche nupcial, despedidas de solteras y solteros (por separado, con boys y otros aditamentos) y exóticos viajes. Si te casas y vas a París ya sabes que eres un paria social. Lo suyo son las islas Fidji, Ceilán, el archipiélago de las Bahamas o Namibia, como van a hacer Meghan Markle y el príncipe Harry del Reino Unido, tras su boda el 19 de mayo

A la boda de Meghan y Harry le va a faltar la madre del novio, la mediática Lady Di, pero tendrá el morbo de ver si Kate Middleton ha recuperado la figura, al mes y pico de dar a luz su tercer hijo, Luis Arturo Carlos. O de comprobar el estado de forma de la Queen Elizabeth, un milagro de longevidad como su propia madre. También habrá algún invitado molesto, como el tío Spencer. Pero, sobre todo, abundará lo que últimamente en todos los enlaces reales: mucho plebeyo, actores, actrices, cantantes y gente de sangre roja, roja, que, mezclada con la azul, debe dar ese precioso color violeta que este año es el tono Pantone. 


Los seiscientos invitados acudirán a la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, para contemplar el Sí, quiero. La novia llevará un vestido aún no desvelado y, seguramente, algo viejo, algo nuevo, algo azul, algo prestado. El azul es un color grandioso...A la salida de la ceremonia Harry y Meghan serán saludados con confeti y con pétalos de flores. Aquí siempre soltamos arroz, a veces con una puntería bastante mala, incluso con ganas de dar por parte de alguna "amiga" envidiosa, aunque los pétalos son la moda importada que asemeja las salidas de los novios con las petaladas a los pasos de palio. 

Todo estará lleno de hojas de haya, abedul, además de rosas, peonías y dedaleras. De mis lecturas de Agatha Christie siempre pensé que las hojas de dedalera eran venenosas pero lo mismo era una licencia que se tomaba la escritora. Philippa Craddock, que es la florista elegida, se va a cuidar muy bien de que no haya alergias ni intoxicaciones. En las invitaciones ya se ha especificado el vestuario. Barnard and Westwood, que es la imprenta encargada del tarjetón (muy simple, sencillo, blanco con letras doradas), lo aclara: "Uniforme, abrigo de mañana o americana para los hombres; vestido de día con sombrero para las mujeres". Una vez vi una pamela en una verbena de pedanía, a las tantas de la noche. Y, en otra ocasión, me llegó una tarjeta de boda que se abría y contenía una musiquita con unas rosas rojas de las que se derramaba purpurina...


Tras la ceremonia, habrá una recepción en St. George´s Hall, servida por mil camareros y para la que ya están previstos veintiocho mil canapés y dieciséis mil copas de champán. Si algún invitado lee este post no debería, sin embargo, hacerse ilusiones. La cocina inglesa es poco imaginativa y, aparte del pudding y la lengua de vaca fría, poco más puede esperarse. Si la boda fuera en Francia habría un menú largo y estrecho en homenaje a Paul Bocuse, el chef recientemente desaparecido que inventó en su restaurante de Lyon la nouvelle cuisine, pero en estos lares se pasa hambre casi siempre y mucho más en una boda pagada enteramente por la reina. El protocolo ha calculado, no obstante, que cada invitado beberá unas cuatro copas de champán, con lo que doscientos millones de burbujas andarán flotando por el aire como esas que lanzan los niños al aire con una cañita y agua jabonosa. 

Meghan Markle no es Grace Kelly. Pero es que ninguna consorte principesca de los últimos años lo es. Cuando Grace se casó con el príncipe Rainiero de Mónaco (a quien conoció en el rodaje de Atrapa un ladrón, con el bello Cary Grant) aquello fue una extravagancia, pero con clase, glamour y expectativas de que las monarquías europeas se reciclaran. Y tanto que lo han hecho. Los hijos de Grace animaron el mapa aristocrático durante muchas temporadas, sobre todo Carolina, a quien un amigo divisó pedaleando por las calles de un pueblecito francés, cuando era ya una viuda desconsolada y pasaba las horas recorriendo el sur de Francia en su bicicleta azul con cestita y vestida de bambula floreada. 

Meghan no es solo actriz, no es solo americana, sino también divorciada e hija de divorciados, mayor que Harry unos cuatro años y famosa por haber hecho una serie de televisión, Suits, en la que interpretaba el papel de Rachel Zane. Las series de televisión son ahora el equivalente a La ventana indiscreta. Y ser divorciada es lo justo, lo contrario sería muy sospechoso. Así es que la novia es el prototipo de la novia de príncipe del siglo XXI. Además de su vestido nupcial llevará otro por la noche (el signo de los tiempos, cambiarse de vestido dos o tres veces) para la recepción que ofrecerá el príncipe Carlos en Frogmore House, un acto privado al que "solo" acudirán unas doscientas personas. La asesora de imagen y estilista Jessica Mulroney ha empezado a enseñar a Meghan qué abrigos de tweed usar para las inauguraciones, como deben colocarse los sombreros para que el aire de Ascott no los derribe y otras sutilezas de protocolo. 

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