Multifacéticas.....


(Ilustración: Ernesto Garcia Cabral)

Esta preciosa ilustración que hallo por ahí en mañana luminosa de sábado, me ha inspirado para escribir esta entrada. Si os fijáis, no tiene desperdicio. Una chica se balancea airosa sobre sus altos tacones, leyendo un libro, llevando un lápiz bajo el brazo, un cuaderno de dibujo, algunos útiles, un precioso sombrero...Es una mujer multifacética, de esas que tienen tantas aficiones, habilidades, intereses o ganas de hacer cosas, que se meten en mil y una peripecias y que todo lo llevan con la donosura propia de quien disfruta a tope. 

He conocido de cerca a algunas de estas mujeres. La primera, mi madre. Ella era capaz de llevar la casa, cuidar a los niños pequeños (siempre había algún rorro por ahí), cocinar de lujo, coser vestidos, hacer muñecas de trapo, escribir cartas deliciosas, leer libro tras libro, ir al cine, salir de compras, disfrutar del cálido sol de las tardes de sobremesa, charlar con las vecinas, cantar todas las canciones del mundo, conocer a todos los artistas, comprar con habilidad y dominando el arte del regateo, leer el periódico diario, hojear todas las revistas del mundo, comentar la política, discutir a modo con mi padre, sonreír con timidez cuando alguien la alababa y, además, llevar una vida interior plagada de sorpresas. Era una mujer que hacía muchas cosas bien, pero que no lo sabía. Si la vida hubiera sido más generosa con ella en tiempo para disfrutarla, hoy sería una activa tuitera, tendría su propio Facebook y habría cola para escucharla opinar sobre Iglesias, Rivera, Sánchez, Rajoy y toda la parafernalia de la politique...

El multifacetismo a veces se confunde con la hiperactividad de quienes no paran quietas. Pero no nos confundamos, no se trata de eso. No se trata de andar sin criterio, de la ceca a la meca, como un pollo sin cabeza. O un pavo. Hablando de pavos, ahora que se acercan las temibles Navidades, no estaría de más recordar la habilidad materna para asestarle al pavo un tajo en el cuello que lo dejaba paralizado. Debió aprenderla en el cortijo de mi tío Curro, allá en la Laguna Seca, comarca de La Janda, maravilloso espacio natural en el que el campo se convertía en realidad, más allá de los libros que leíamos. Si recuerdo las historias que ella y sus hermanas contaban del cortijo, tendría que referiros lo bien que montaba a caballo, lo habilidosa que era para coger tagarninas del campo, cómo ordeñaba cabras o vacas y cómo danzaba el tango apache ante la maravillosa expectación de todos los oficios que allí trabajaban: cabreros, capataces, campesinos, queseros, apicultores....

No solamente eso. Hacía de maestra con los niños de los trabajadores y les contaba raras historias inventadas que ella adornaba con frases majestuosas y con ese vocabulario cinematográfico que la acompañó siempre. Se sabía de memoria todas las escenas del cine clásico y las representaba a modo. Era una heroína cambiante, siempre enfundada en su imaginación y su gracia gaditana. 

Prometo, por usar una expresión menos drástica que "juro" que no había pensado convertir esta entrada en un homenaje a mi madre. Pero así ha surgido. Pensar en las mujeres multifacéticas me ha llevado hasta ella y todavía tendría que añadir algunas habilidades más: hacer collares, cuando ya recordaba pocas cosas. Construir collages con páginas de revistas. Posar sus manos silenciosas en las rodillas cuando esto ya era un esfuerzo supremo....

Es verdad que me dio pocos abrazos. Es verdad que no era expresiva, al menos, no en la expresión ordinaria de las frases cariñosas y los besos habituales. Pero quizá su forma de querer era esa: ofrecernos a todos un mosaico de cosas bien hechas y, en los tiempos postreros, mirarnos con fijeza, sus ojos avellana tan hermosos con una pátina húmeda y pronunciar los nombres que se agarraban con fuerza a su memoria, sin querer abandonarla.

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